Los Siete Dones

¡María, llena eres de gracia

plena de Espíritu Santo

y de sus dones colmada!

A menudo acudimos a la oración y no pedimos verdaderos tesoros,

sino tonterías y mezquindades

Desperdiciamos las gracias que nos pueden ser concedidas

atendemos las peticiones de nuestro egoísmo, en vez de las del amor…

Permíteme que te muestre, humildemente,

los dones del Espíritu

Son las gracias que colman al alma de santo amor

Cada don es una faceta del amor

para el que estamos hechos

que da sentido a nuestra vida

la completa, la hace plena

El primer don y principal es la Piedad, el descubrimiento del Amor a Dios. Sin él, la fe es hueca y árida virtud, y en vez de ser gobernada por el corazón, es la razón quién la guía y sostiene. Así con frecuencia equivoca el camino hacia la intransigencia y el fanatismo, o la hipocresía y el fariseísmo. Triste fin.

La piedad es el don que nos descubre el Amor a Dios, poderosísima fuerza interior que nos lleva a vivir en el amor como actitud en la vida, ante todo y ante todos. Es un don principal que lo cambia todo, ¡cambia la vida! Fija la mirada del alma en Dios y muy difícilmente el alma podrá olvidar esto… Abre el paso a nuevos dones.

El don del Entendimiento nos ayudará a interpretar la verdadera naturaleza de nuestra alma, y que la paz y plenitud es la consecuencia del encuentro con Dios y que lejos de Él no cabe una existencia plena y pacífica. Nos explicará el porqué de nuestra paz, alegría y serenidad… o desánimos y tristezas. Ilumina nuestro espíritu y allana el camino hacia Dios. En este don se hacen claras las palabras de Jesús cuando nos explica que él es la Verdad, el Camino y la Vida, … Verdad revelada por él en el Evangelio que explica la naturaleza de nuestra alma, hecha por Dios para amarle sobre todas las cosas. En el discernimiento de esta verdad que nos define íntimamente, el alma encuentra consuelo y plenitud y se abren las puertas al acceso de nuevos dones.

El siguiente don es el de la Sabiduría, el don del propio conocimiento a la luz de Dios. Es el descubrimiento de que la intención lo es todo, no cuentan las apariencias, sino las cosas que verdaderamente conducen a Dios. No es lo que hacemos lo importante, sino su porqué. La Sabiduría abre las puertas a un nivel de conciencia superior, que esclarece el oscuro mundo de las intenciones que hasta la fecha nos era opaco, oscuro, desconocido. La Sabiduría es la luz divina que ilumina el universo de las intenciones.

El Consejo es el don en el que aprendemos a «sintonizar» – si se me permite la expresión- en el Amor, tanto por uno mismo, como aconsejando prudentemente a los demás. Esta sintonía no es sino el obrar de acuerdo con la voluntad divina. No reside sino en la capacidad de reconciliación,  con Dios, con nosotros mismos, con los demás…. Es la capacidad de perdonarse, perdonar, y pedir perdón, … de hallar el camino del arrepentimiento, tanto en nosotros mismos como en el prójimo. Es el don que nos hace capaces de mostrar el camino del amor en las relaciones entre las personas, y entre las personas y Dios.

Otra faceta del Amor, otro don, es el de la Fortaleza.  La fortaleza es la capacidad de la renuncia a uno mismo, de los apetitos del ego, que permiten al alma crecer en amor. Es el don de la liberación del propio ego, que una vez logrado permite descubrir que ese  «renunciar a uno mismo, tomar la cruz y seguirle» supone verdaderamente un «yugo suave y una carga ligera». De esta victoria sobre el propio ego descubrimos nuestro verdadero «yo», más alegre y sereno que nunca antes.

El don del discernimiento, que parafraseando a Santa Teresa, se resumiría en «Quien a Dios tiene, nada le falta, sólo Él basta», es el de la Ciencia. Ante este don el alma, poniéndo en orden la verdadera relación de prioridades que ha de ocupar nuestra vida, considera las cosas del mundo en su justo termino -es decir, secundarias- y asigna a la vida espiritual la debida prioridad. Este don permite superar la adversidad en circunstancias difíciles de todo tipo… pues ilumina el alma descubriendo apegos que estorbaban la relación con Dios, hallando la paz y serenidad en esos duros momentos. Su fruto es la capacidad de abandonarse en la dificultad en las manos de Dios… el «hágase» de María.

El último don es el del Santo Temor de Dios. Es el don que permite descubrir cuán indignos, imperfectos, y desagradables resultaríamos a los ojos de Dios en términos de Justicia, pues aunque nuestra vida sea un continuo esfuerzo por vivir en la práctica de la virtud, la luz de este don nos muestra en toda su desastrosa realidad, cuán imperfectos seguimos siendo. Sin embargo, lejos de sumirnos en la desesperación, nos empuja a los brazos del Padre, porque también nos descubre su magnánima, inmensa, infinita Misericordia. Este don produce la entrega confiada del alma, tal y como es, en manos de Dios y nos afianza en la seguridad de su tierno amor por nosotros. Es un «en tus manos entrego mi espíritu» pronunciado con un corazón contrito que se acoge a la misericordia interminable de nuestro amado Padre.

Juan 14, 16-17 : Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce, pero vosotros le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros

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2 Respuestas a “Los Siete Dones

  1. José Adrián Rosa

    Excelente artículo. es de lo que todo cristiano necesitamos para estar más cerca de Dios. Pedir lo que va a alimentar el alma.
    Gracias

  2. Nunca había leído algo tan claro y conciso sobre los dones del Espíritu Santo. Muchas gracias.

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