Personas sensibles

¿Conoces la historia del rey necio? En su despotismo que no admitía ni contradicción ni crítica, nadie osaba desdecirle, y el temor a sus castigos impedía a sus súbditos revelar verdades que pudieran resultar ofensivas al soberano… Y así sus cortesanos, para disfrazar su mal genio y sus crueles arbitrariedades, le denominaban el rey «sensible»

A menudo en los textos que se presentan en este blog, se insiste en la importancia de lo que «nace» del corazón, es decir, los deseos e intenciones, los sentimientos y pensamientos con los que, cada ser humano, abordamos cada uno de los infinitos momentos de los que consta la existencia. Ciertamente es primordial descubrir que nuestro corazón elige constantemente y que fruto de esas elecciones experimentamos las emociones, es decir, nuestra vivencia como seres espirituales, que abarcan el sufrimiento y la angustia o la plenitud y la paz, vienen determinadas por nuestra libertad de elegir una actitud vital en cada instante de cada minuto, de cada hora de cada día. Pero a menudo he observado que hay muchas personas, desde la fe cristiana, en las que la vida espiritual no implica nada en las vivencias emocionales que experimentan… y esta discrepancia se asemeja a un motor que gira a toda velocidad, pero que por carecer de correa de transmisión, no es capaz de mover nada. En estos casos la oración no es vehículo del Amor, sino de difusos sentimentalismos y así, una persona que debería conocer los entresijos y la lógica del espíritu, se guía por la cotidiana lógica del sentido común, del egoísmo.

Antes de nada he de explicar que el ánimo de este artículo no es ni el desahogo ni el de criticar a este tipo de personas. La descripción que realizo tiene el ánimo y la perspectiva de la compasión, no por ser mejor ni saber más, sino porque mi intención descansa en dar alivio y explicación al sufrimiento que las personas que describo padecen.

Muchas veces se ha indicado en estas páginas esos tres estados de la vida espiritual que transforman a una persona. Cuando se descubre el Amor de Dios, la vida de una persona cambia, primero en lo que esa persona es, porque empieza a cambiar lo que se desea, que pasa a ser en primer lugar al mismo Dios. Después cambiamos en cómo somos, porque ese deseo que mencionamos transforma suavemente el cómo nos comportamos. Por último cambia lo que hacemos en la vida, pues ese Amor nos llena y desborda, y deseosos de darnos a los demás, requiere de nuestro tiempo y esfuerzo y eso altera nuestras actividades y prioridades. Todo ello sucede dulcemente, el Amor opera en nosotros.

Ahora bien. Muchos cristianos no viven esta transformación paulatina, incluso frecuentando los sacramentos… y lo que resulta aún más inquietante, incluso practicando la oración. Esto se produce porque la primera piedra angular sobre la que se está edificando el edificio espiritual es absolutamente errónea.

¿Qué sucede? Básicamente existen personas que al descubrir a Dios, hallan en un primer momento el alivio y la paz de la vida de piedad, pero, por las razones que fueran, son incapaces de desplazar, ni tan siquiera levemente, a su ego del centro fin y meta de toda su existencia. Tal vez el egoísmo inicial con el que partían en pos de la vida espiritual era tan fuerte que no pueden conocer verdaderamente al Amor. Son personas que pese a frecuentar los sacramentos y hacer oración o rezar el rosario – o cualquier otra actividad religiosa-, no viven en paz consigo mismas porque no viven en paz con el prójimo. Cualquier comportamiento de éstos que les resulta molesto es causa de desaveniencias sin límite, sus quejas se airean a los cuatro vientos, su murmuración es incesante… viven en un continuo desasosiego. Su vida es cualquier cosa menos un ejemplo de cristiandad y su comportamiento es fuente de santificación de sus víctimas, que a menudo han de practicar la humildad y mansedumbre y el perdón en grados heroicos.

¿Soy yo una persona sensible o tal vez conozca a alguien que lo es? Si tú que lees esto vives el tormento de sufrir el constante desencuentro con el prójimo y en más de una ocasión te han dicho que «quizás seas demasiado sensible» y «que no era para tanto»…. Si tus enfados son difíciles de aplacar, duran días y días y tu mente se entretiene horas enteras imaginando y recreándose en el daño sufrido y en lo que debo hacer y decir…. Si en tus relaciones personales vives con cierta frecuencia estas situaciones de conflicto y sabes en tu fuero interno que no estás en paz, pese a lo que puedas decir a otros…. Si cumples estos criterios, sí, tal vez seas una «persona sensible» Y si además, por razones de fe, dedicas un tiempo a avanzar en tu vida espiritual pero no observas ningún género de progreso, sí, tal vez seas como ese motor que gira y gira, pero por faltar ese elemento, esa correa de transmisión, parece que todo esfuerzo es vano… pero no temas, es la oración la que debe permitir que tu vida se transforme, tu caracter mejore, tus relaciones personales florezcan… y halles la armonía y la paz.

Y deben recordarse dos cuestiones prioritarias antes que nada.

La primera, en la vida espiritual la responsabilidad siempre recae sobre uno mismo. Si alguien nos ha ofendido, el amor requiere de mi perdón sincero y hondo… no que nadie me venga a pedir disculpas aunque tuviéramos toda, toda, toda la razón del mundo. Si alguien actuó de una manera que no me gustó, el amor exige que sea comprensivo con esa persona, no que yo aireé sus defectos o comportamientos que para mí son erróneos – y tal vez no sea ni lo uno ni lo otro-.

A menudo estas almas sufrientes sólo hayan satisfacción en acciones mezquinas -pequeñas venganzas, difamación- puesto que parece que es la única manera que tienen de aplacar su sufrimiento interior. En suma, en la vida espiritual hemos de vivir para dar amor, no para que las personas actúen según nuestro ego…. Este precepto es indispensable para alguien que se dice cristiano.. o más ampliamente, para el que quiera crecer humanamente. Es una regla costosa de aceptar y requiere de la práctica constante de la oración, pero si se consigue, la vida cambiará a mejor indudablemente. En cambio, su no aceptación supondrá empequeñecer el corazón, dificultar las relaciones con los demás, vivir en la insatisfacción… y tal vez un día descubrir que las únicas fuentes de cariño fiable con las que contamos sean las mascotas que se mantienen en casa.

Y en segundo lugar: la felicidad y la paz son consecuencia de una vida vivida de cara a Dios , ¡no el fin de la vida espiritual! El vivir la fe con el fin de alcanzar la paz, como tantas veces he visto, ¡qué craso error de planteamiento y qué malas consecuencias puede acarrear! Ama a Dios verdaderamente, no hay más mandamiento que este, pues todas las demás virtudes se derivan de ese precepto, y la vivencia interior de ese deseo, cuando es verdadero, será fuente de paz.

Dicho esto, y aceptadas estas premisas como verdadera objetivos para nuestra disposición interior, es cuando podemos abordar el tiempo de oración sobre sólidos cimientos.

Cuando la personalidad a lo largo de los años ha derivado hacia un enfoque tan centrado en uno mismo que analiza con lupa cada uno de los aspectos en los que los demás nos tratan, esta visión tan cerrada de la realidad atrofia por completo la capacidad de amar. Es imposible que estemos pendientes de hacer felices a los demás -esto es el amor- cuando de lo único que estamos pendientes es de ver que los demás nos hagan felices a nosotros. Superar esta atrofia interior es un verdadero milagro… pero el que escribe estás líneas también experimentó en su interior un milagro similar – no lo olvides, los milagros existen- así que hablo con la experiencia de que las personas podemos cambiar, por más difícil que nos parezca.

¿Cómo hacerlo?

Sólo existe una vía: La oración.

¿Lo estamos haciendo bien?

Sólo existe un síntoma: la paz interior.

No estás haciendo bien la oración si en tu interior perdura cualquier género de rencor. Si dices que oras pero ansías hablar mal de alguien, causar un daño moral, o simplemente sientes rencor dentro de ti, no estás haciendo oración, o no la estás haciendo bien. En la oración has de perdonar sinceramente, y el perdón sincero conlleva el fin de todo sentimiento de odio y aversión y te aporta una gran serenidad de espíritu. Y perdonar es amar, y amar es desear el bien al que te ofendió, y actuar en consonancia con ese deseo, sinceramente. Y estos cambios de actitud se producen en el corazón del que ora, cuando su alma mira a Dios. Para descubrirlo a El has de olvidar a tu ego y a las satisfacciones que te reclama…. has de renunciar a ti mismo (¿te suena?)

Este proceso no es imposible,… aunque a menudo a las «personas sensibles» las afrentas sufridas les resultan imperdonables…. y tal vez lo que sucede es que su ego domina tanto su vida que ciertamente desconoce por completo lo que es el Amor. ¿Cuesta perdonar?… ¿cuesta aceptar a las personas como son… con sus defectos, despistes, egoísmos? … si la respuesta es que sí, entonces tienes que seguir orando

Pero ánimo, si le buscas…. El siempre te espera.

Mateo 5,23-24: Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.

3 Respuestas a “Personas sensibles

  1. Cuantas verdades en un solo tema¡ Muchas gracias por tomarte el tiempo para compartir tu experiencia y esperanza de que hay algo mucho más grande más allá de lo que alcanzamos a ver con nuestros ojos. Creo que solamente con los ojos del alma que se abren únicamente en un corazón que ha pasado por el fuego de la purificación, que ha pasado por la luz de la verdad, es posible ver más allá de las apariencias, de la supeficialidad. Cierto es que estamos hechos de carne y hueso, pero también de espíritu/alma y el equilibrio no siempre es claro. Cierto es que el único síntoma es la paz que podamos tener por medio de la oración para vivir una vida de sobriedad emocional, de equilibrio; de paz.
    Que Dios te siga bendiciendo y sigas siendo reflejo de su luz.

  2. Necesitaba mucho leer esto, Yo soy de esas personas «sensibles» y me ha traido mucho dolor y sufrimiento a mi vida y hasta ahora siento que estoy apenas despertando. Es doloroso darse cuenta de que tan egoistas somos pero creo que es mas doloroso seguir en la inconciencia y el desamor. Gracias, muchas gracias por escribir esto con tanta claridad. Que Dios lo Bendiga.

  3. que puedo decir todo me lo dijo dios en mi cara
    me quedado asombrada esta soy
    espero cambiar y darle a la oracion,……

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